La Curul de Alberto Tejada en el Congreso de la República tiene estos tres ejes temáticos en su agenda legislativa, de control político y de gestión territorial. A continuación sustentamos nuestros objetivos, nuestra lectura sobre cada categoría temática y nuestras propuestas de actuación.

CIUDADANOS

Promover el reconocimiento del ciudadano y su participación en la vida diaria del país.

El compatriota debe existir con voz y rostro, y debemos reconocer que juntos y establecidos en el territorio, los ciudadanos decidimos darnos nuestro propio gobierno. Aunque sociológicamente, constituimos una categoría simbólica llamada “pueblo”, que sirve para aludir a las proclamas colectivas, la actuación individual del ciudadano, no alcanza a ser referida en la mencionada categoría.

Al final el individuo ciudadano con su actuación o inacción, termina   incidiendo para bien o para mal en el destino diario y permanente del interés público local, regional y nacional.

El ciudadano es consciente de sus derechos y también de sus deberes. En este punto no puede haber equívoco. No existe un derecho, si no se puede gozar, si no es tangible en las vidas de las personas. No basta con el reconocimiento jurídico de los derechos. Es necesario que la ciudadanía se los apropie y los haga parte de su existencia cotidiana.

Para ello, siempre será necesario el deber correlativo de otros, para que se cierre el círculo virtuoso de su disfrute. Esa reciprocidad social mantiene el equilibrio en la convivencia.

Entonces, si reivindicamos al ciudadano, estamos hablando de compatriotas informados, formados, conscientes, corresponsables, participantes del debate público y custodios efectivos del goce de los derechos, mediante la vigilancia de los deberes que les son recíprocos.

“¿Mejores partidos? Claro que sí. ¿Mejores políticos? Por supuesto. Pero para eso hacen falta ciudadanos comprometidos, que hagan algo más que quejarse en Twitter o en la barra del bar.”

– Ignacio Escolar

De esta manera, los ciudadanos no serán presa fácil de promesas o propuestas incoherentes, irresponsables y utilitaristas, de parte de grupos o agentes de poderes políticos, económicos y sociales. Aquellos que manipulan con sagacidad las expectativas de la gente.

De hecho, si así lo permiten, es porque no son conscientes de su ciudadanía y, en consecuencia, los individuos permiten ser tratados como clientela, pueblo masa, acrítica y fanática, de quienes aúpan sus expectativas.

“El valor de una nación no es otra cosa que el valor de los individuos que la componen.”

– John Stuart Mill

Me interesa el reconocimiento del ciudadano, como individuo participante del conjunto social. Es tarea de la política seria y de los políticos respetables, evitar la alienación de los compatriotas que, en muchas ocasiones, terminan empujados a escenarios no siempre consistentes con sus realidades. De esta manera, el conjunto ciudadano termina convertido en multitud validadora que legitima opciones, que no siempre son consistentes con el cara a cara de la ciudadanía actuante.

Insistir en esta mirada nos permitirá potenciar la participación ciudadana efectiva desde los territorios y por encima de los directorios políticos de uno y otro bando, que históricamente han polarizado a las comunidades. Directorios que han desestimado los liderazgos de base, reemplazándolos por remedos de liderazgos electorales, encarnados en individuos que en muchos casos no son reconocidos por las comunidades de ciudadanos.

Supuestos líderes a quienes al final tampoco les importan mucho las realidades y desafíos de las comunidades de las que vienen apropiados hace rato de manera inercial, en una vieja y anacrónica forma de hacer política, que esperamos superar con los vientos del cambio político y cultural que vive el país.

MUCHACHADA

Darle Voz y Rostro a la muchachada, a la inmensa presencia de adolescentes, jóvenes y adultos jóvenes, que buscan pista en la sociedad colombiana del siglo 21.

“A la juventud, no debe adulársela; deben presentársele los problemas, con claridad y seriedad y, sobre todo, lejos de todo intento, que huela a trampa.”

– Arturo Umberto Illia

Es importante reconocer que en la muchachada están quienes serán los auténticos protagonistas de este siglo. Reconocer que nos “plantaron cara” los nacidos desde finales de los años 80 del siglo anterior, a los adultos y mayores que les estamos dejando una sociedad deshilachada como la que hasta hoy han recibido. Ellos nacieron de las últimas dos generaciones de desplazados y víctimas de las guerras absurdas de los colombianos del siglo 20 y que aún mantenemos en este primer cuarto del 21. Ellos han gritado con rabia y con dignidad que no son inquilinos de tercera en su propia tierra. Ellos sólo quieren sentirse parte de Colombia.

Ellos sólo quieren “oportunidades”. Ellos sí que tienen interiorizada su consciencia del actuar ciudadano. No piden nada regalado. Piden respeto, buen trato, derecho a la esperanza, derecho a dibujar el país en el que serán ciudadanos adultos, ancianos y viejos y en el que, esperamos, puedan morir de “viejos”, no de balas, ni de bombas, ni de situaciones extremas de pobreza y desarraigo.

“Los intelectuales, religiosos o no, han casi desaparecido, porque la educación recibida por los jóvenes no enseña a pensar. Por eso hay una carencia de pensamiento, sobre todo en la juventud. El defecto está en que los intelectuales que debían hacernos pensar han desaparecido casi por completo.”

 Enrique Miret Magdalena 

A ellos, a quienes llamo la “muchachada”, debemos abrirles las puertas de la educación, del empleo y el trabajo, de la lucha contra el hambre, de la vigilancia contra la corrupción.  En estas cuatro categorías resumo las reivindicaciones con las que salieron a la gesta comunera* de este siglo, el anterior 28 de abril del 2021. Ellos desbordaron las categorías teóricas del debate político-ideológico de autores y dirigentes que, sobre pilas de texto, no fueron capaces de encontrar el camino a una sociedad más incluyente, más sana en su ambiente social y más propositiva al futuro. Ellos “piden pista”.

Por eso, es crucial que quienes hoy ocupamos roles de poder, no terminemos usándolos, manoseando sus sueños y sus insatisfacciones, degenerando en sus espíritus, esa tea de luz y de nuevas intuiciones éticas y cósmicas que afloraron en el pleno del estallido, sin que nadie pudiera abrogarse el derecho de haberles escrito la partitura. Fue el alma colectiva de los compatriotas más jóvenes, la que encarnó la conexión neuronal de los nuevos ciudadanos.

A ellos debemos garantizarles todos los espacios para que se formen, para que se apropien, para que experimenten, para que se atrevan a dibujar de verdad esa nueva realidad de país, por el que muchos se hicieron matar, lesionar, desaparecer, desarraigar y capturar. Todo el respeto a la muchachada sin nombre propio. Ellos lo dijeron todo el tiempo. No tenemos representantes. Tenemos voceros rotativos.

No reconocemos liderazgos políticos, sindicales, de iglesias, de grupos de presión, de grupos de jóvenes con alguna experiencia organizativa política. Sólo nuestra voz es la que canta, llora, grita y la que no apagaremos. Así nos lo decían ante nuestras cámaras, reivindicándose como los muchachos y muchachas que, con sus vecinos de barriada, estaban en las barricadas.

Ellos, los que se fueron y los que sobrevivieron, así como sus familias, merecen respeto. No necesitan impostores hablando por ellos y menos tratando de capitalizar lo que algún autor llama la “plusvalía política”** del estallido, para sus intereses meramente personales.

Pido a los líderes de toda orilla no “manosear” a la muchachada. No utilizarla como estandarte de activismo político. Ellos no nos necesitan como sus representantes. Ellos lo único que requieren es que les respetemos sus oportunidades y que nos la juguemos por garantizarles que las tengan. No necesitan más. Tan sólo hacer esto será suficiente.

Al actual gobierno le insisto en tratar la educación, la salud y el acceso a la alimentación básica como asuntos estratégicos de seguridad nacional. Si no invertimos en las madres gestantes y en los bebés, en la primera infancia en el control de talla y peso, en el acceso a educación pertinente y de calidad, en el acceso a salud preventiva y curativa, y en el acceso a los nutrientes básicos para nuestros compatriotas infantes, adolescentes y jóvenes, estaremos sembrando un país de cerebros muertos y de manos débiles. Estaremos alistando ejércitos de migrantes futuros como vasallos en otras latitudes en este siglo.

EMPRESARIOS

Reconocer a los empresarios micros, pequeños y medianos, como actores vitales en  la dinámica económica del país, consolidando la democracia como alternativa social y política.

En Colombia, como en muchos países de la región y del sur del mundo, el 99% de la dinámica económica de sus mercados internos está sustentada en un enorme tejido multi sector, multi tamaño y multi región de empresas urbanas y rurales. Las cuales, en su inmensa mayoría, surgen de la iniciativa personal, familiar y/o de personas cercanas que deciden invertir ahorros y endeudarse, para acometer el riesgo de iniciar empresas de servicios, de comercio, de manufactura o de tecnología digital, para suplir muchas de las necesidades y expectativas de las comunidades en las que hacen presencia.

El asunto es que este universo surge y crece “a pesar del Estado” y no con el favor del Estado. La cuestión es que aún, en pleno siglo 21, hay miradas, lecturas y voces, que asimilan al empresario mipyme (micro, pequeño y mediano), con el gran capital. Y por tal razón lo sindican prejuiciosamente como enemigo social, en tanto que su rol, dicen, es el de la explotación capitalista.

“A pesar del Estado” significa denunciar que el funcionariado estatal, en su inmensa mayoría, ni sabe de empresa, ni le interesa saber. Pues la ideología predominante en los entornos gubernamentales es la del oficioso de rentas públicas que tiene el poder de imponerlas, mediante la Ley y la franquicia, de agotarlas, sin que propiamente pueda temer al desperdicio en su uso, bien por impericia, por irresponsabilidad o por simple falta de honradez.

El mismo Estado, que desconoce la importancia de la empresa como conectora social y democrática, no tiene los mecanismos para evitar el desangre de lo apropiado por vía de la imposición legal. Los casos emblemáticos de esta situación están a la orden del día en las oficinas de la DIAN, en las de las Secretarías de Hacienda de los municipios y departamentos, en las de las Superintendencias de Sociedades y de Industria y Comercio, y demás entidades.

En las mipymes (micros, pequeñas y medianas empresas) está la “economía del trabajo”. Si entendemos al trabajo como uno de los factores económicos de producción más importantes, entonces debemos reconocer que en las mipymes el denominador común es el trabajo, antes que el capital y los demás factores.

El dueño o dueños, generalmente los emprendedores, “trabajan” en la empresa; los empleados “trabajan” en la empresa; los contratistas que hacen obras o servicios especiales para la empresa, “trabajan” para ella. Casi todos sus proveedores son mipymes en las que sus integrantes “trabajan” dentro de ellas.

Estamos pues ante la economía movida por personas trabajadoras, personas con voz y rostro, que pueden ser vecinos, antiguos empleados, antiguos proveedores, colegas de estudio, entre otros roles. Esta es la economía de cercanía, la de los circuitos de desarrollo económico local, la que fortalece los mercados internos, mantiene la proveeduría y el intercambio de bienes y servicios, contribuyendo así a la paz social y al bienestar económico.

“No puede haber empresa sana en un entorno enfermo”. 

– Don Manuel Carvajal Sinisterra. Hijo del fundador de Carvajal S.A.

En el andén de enfrente nos encontramos con “otra economía del trabajo”, desinstitucionalizada, desamparada y entregada al garete a mafias de poderosos intermediarios, legales e ilegales, que aprovechan la necesidad de sobrevivencia de la gente.

Estos son quienes les montan en andenes, esquinas, centros de los municipios, parques y demás lugares estratégicos, pequeños emprendimientos en los que estos “trabajadores no formalizados”, consiguen el mínimo para su sobrevivencia, sin muchas posibilidades para su crecimiento y acumulación. Esta otra economía del trabajo, es la que el actual gobierno aspira a integrar como “economía popular”, urbana y rural.

Esta economía del trabajo, la formal institucionalizada y la informalizada, es la que me interesa. Pues ella responde por el 80% del empleo formal y por el 100% del empleo informal comformado por el universo de trabajadores cuenta propia, ambulantes, autónomos, rebuscadores. Además, sabemos que la primera aporta el 60% del PIB y asumimos que la informalizada responde como mínimo con un agregado del 20% adicional al PIB.

Si asumimos como un solo conjunto la “economía del trabajo”, con dos subconjuntos bien diferenciados, tendremos que pensar en alternativas de políticas públicas y programas de atención que permitan cohesionarlos en el tiempo. Para ello, las Cámaras de Comercio, las Cajas de Compensación Familiar, las cooperativas de todo tipo, las asociaciones de productores y comerciantes, los pequeños gremios sectoriales, el SENA, el sistema educativo para el trabajo y superior, la banca pública y cooperativa, los programas y fondos ministeriales, juegan como principales.

En unos están los recursos legales y financieros, en otros los recursos de formación y de representación, y en otros los de inclusión para la base social que representan, con el fin de estructurar una canasta de oferta al emprendimiento y a las empresas, que prometa su florecimiento en una economía productiva, competitiva e inclusiva, como lo requiere el país de hoy.

Son muy pocas las grandes empresas que llegan a serlo habiendo nacido como micros. En todo caso, cuando así es, estas empresas por extensión son jalonadoras de las mipymes, no sólo por su desarrollo histórico, sino por su capacidad de ancla para el ejército empresarial que las sigue. Hago esta precisión, porque en estos casos, estas grandes empresas siguen teniendo voz y rostro propios y, por asimilación, siguen en el espacio de la economía del trabajo.

“Nadie debería ser nombrado para una posición directiva si su visión se enfoca sobre las debilidades, en vez de sobre las fortalezas de las personas.”

– Peter Ferdinand Drucker

No ocurre lo mismo con las grandes, megagrandes y multinacionales empresas controladas por fondos de inversión, o lo que llamamos inversionistas de portafolio, pues como su nombre lo indica, no hay voz y rostro con quienes interlocutar como dolientes y promotores.

Además, en estos casos, estos controladores corresponden a redes globales de inversión que controlan los hilos de la geopolítica económica del gran capital internacional. Es claro que, ante estos actores, sólo la fuerza del Estado y la capacidad negociadora de éste pueden hacerles frente en las economías internas.

LAS DOS ANCLAS DE UNA SOCIEDAD DEMOCRATICA.

A mi juicio, “ciudadanía y empresa” son las dos zapatas del edifico democrático del país.

La ciudadanía, la primera zapata del edificio, debe ser entendida como el individuo al lado del individuo, haciendo colectivo informado y formado, con capacidad de interpelación y de pensamiento y actuación críticas, la cual estará vacunada ante la tentación de dejarse tratar como clientela proselitista y como masa emotiva, fanática y adoctrinada.

De esta forma, será más difícil para los políticos interesados en el pueblo masa, lograr su cometido y será más promisorio el papel corresponsable del ciudadano en la suerte de su municipio, corregimiento, vereda, departamento, región y país. Antes que depender de grupos de interés, los ciudadanos pertenecen al país local, regional y nacional y, como tal, deben actuar. No hay otro antídoto, ante la peste de los “francachelos” discursantes de promesas sin sustento y sin horizonte.

El ciudadano requiere representantes, gestores y voceros de sus expectativas, no requiere jefes políticos, ni gamonales de barrio y aldea. Así, la formación permanente de ciudadanos desde el hogar, pasando por la escuela, por la empresa, por el parque, por la estación del metro, por la taquilla de cine y por la panadería del barrio, será la vacuna que detenga la tentación de hacer política nueva con los viejos métodos de directorios y roscas de agrupación política.

“La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.”

– Albert Camus

A la vieja política que hoy puede vestirse de nueva, poco le interesa el ciudadano líder barrial, comunal, veredal y de corregimiento. Por eso, es la ciudadanía organizada la que tiene la capacidad de decidir quiénes son sus líderes más relevantes y serios. De no actuar como ciudadanos, seguirán las comunidades actuando como pueblo masa, permitiendo que la vieja política siga caminando con sus amigos de proselitismo, aunque tengan nulo trabajo de campo en sus entornos de convivencia.

La empresa asumida como factor de creación de riqueza*** para sus dueños y para su entorno, como factor de distribución de bienestar económico en el mercado en el que actúa y como dinamizadora de inclusión social vía empleo directo e indirecto, se constituye en la segunda zapata del edifico democrático.

Una sociedad sin empresas, mayoritariamente mipymes, queda postrada y al garete de las ínfulas, arrogancias y hasta arbitrariedades de muchos agentes del poder burocrático gubernamental, que jamás han arriesgado un peso, y en cambio sí, tienen un enorme apetito de acumulación para sus circuitos de poder.

Lo peor que le puede suceder al país es que las empresas mipymes terminen subyugadas por la aplanadora del poder público. Nada bueno podrá esperarse de una sociedad integrada por “mantenidos” y por gobiernos que, sin haber producido, regatearán la distribución de lo que se encuentran, a cambio de lealtades de pueblo masa, convertido en multitud de hijos menores sin capacidad de definir su destino común, por falta de formación ciudadana.

Es tan indeseable que la economía quede en manos de las grandes, megagrandes y multinacionales empresas monopólicas y oligopólicas de portafolio, como que ésta termine apropiada por un funcionariado de Estado, soberbio e irresponsable.

En el actual gobierno se aspira a reindustrializar el país. A promover el campo y la seguridad alimentaria, tanto como la capacidad exportadora de alimentos. A innovar en el uso de la matriz energética. A emprender en infraestructura nueva, tanto de transporte, como de comunicaciones. A invertir en cuidar y usar racionalmente la riqueza ambiental, y enfrentar el cambio climático. A fortalecer la capacidad científica y tecnológica, introduciendo a las nuevas generaciones de compatriotas al mundo digital y de la 5ª revolución industrial.

En este portafolio de gobierno debe haber suficiente espacio para potenciar las empresas colombianas y los nuevos emprendimientos. De cada 10 empresas existentes, nueve son y serán mipymes, que tienen y tendrán voz y rostro, que estarán en los territorios en los que vivimos, ayudando a mantener la dinámica económica y el bienestar social. A esas nueve empresas hay que cuidarlas, para poder exigirles y ponerles desafíos cada vez más provocadores.

Es así como Corea del Sur, Singapur, Taiwan, Japón y últimamente Brasil, Costa Rica y México lo vienen haciendo. Las empresas son el otro ejército que requerimos. Mi compromiso es promoverlas y comprometerlas en el nuevo mapa competitivo de Colombia.

A MODO DE CONCLUSIÓN

“Es aventurado cimentar algo sobre la voluntad del hombre; pero cimentar sobre la voluntad de una multitud es una locura: la voluntad de un hombre es como un sol, que tiene sus días y sus noches; la de un pueblo es como el relámpago, que dura apenas un segundo.”

– Ángel Ganivet

En definitiva, el papel del político es el de defender la sociedad que construyen los ciudadanos, de los riesgos inminentes que suponen sus relaciones con el poder político, social y económico. El político serio apoya o hace oposición a decisiones del gobierno, según que aquellas apunten o se alejen de la vocación de mantener la democracia social y la democracia económica, como condición para garantizar la democracia política.

Es el soberano, el individuo ciudadano, la persona compatriota con voz y rostro propios, el referente de nuestra actuación. No lo es el gobernante ni el político de partido. No lo es la jauría furiosa de la fanaticada del pueblo masa. El gobernante y sus delegados, los congresistas y sus equipos, los jueces y su sistema, nos debemos todos al ciudadano, al soberano compatriota que, al final es y debe ser, nuestra inspiración para la acción política.

Si se trata de hacer política seria, nuestro principal desafío es la formación de ciudadanos. Es garantizar la información veraz, contextualizada y oportuna a él. Es respetar la individualidad del compatriota, manteniendo con él relaciones dialogantes, no adoctrinantes.

*****

*Hago referencia a la revolución de los comuneros de 1780. En mi opinión, el estallido social correspondió a la segunda revolución de los comuneros.
**Plusvalía política, entendida como el beneficio político resultante del estallido.
***Riqueza, entendida más allá del capital dinero. Riqueza entendida como entornos de bienestar, entornos con capacidad competitiva. Riqueza entendida como capital social. Como confianza entre los ciudadanos.

Alberto Tejada Echeverri
Representante a la Cámara
Congreso de la República

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