El silencio y la tranquilidad que por estas fechas se perciben en los rincones del Capitolio Nacional parecieran desconocer la realidad política del País y haberse desconectado de los truculentos acontecimientos con los que día a día nos despertamos los colombianos. Todo mientras, como animal en hibernación, el edificio del Congreso de la República retoma las fuerzas para recibir a los parlamentarios que, desde las diferentes orillas políticas, emprenderán el segundo periodo legislativo durante el Gobierno Petro/Márquez.
De tal manera que los Congresistas que forman parte de la golpeada coalición de Gobierno, la fortalecida oposición y la siempre indescifrable bancada independiente, tendrán tiempo de recomponer o reafirmar la estrategia política con que afrontarán el próximo periodo legislativo que será trascendental para las transformaciones de fondo que busca promover el ejecutivo.
Y es que, por estas fechas, las vociferantes opiniones de los Congresistas de la República, los pasos apresurados, a punta de tacón, de sus asesoras y los vaivenes azarosos de los asistentes de Senado y Cámara, han dado paso a las risas de los trabajadores del edificio (ya no tan sutiles como siempre), los martillazos, los taladros y las pulidoras del piso, más propias de una bodega en remodelación que de la casa de las leyes de Colombia, demostrando que las decisiones más importantes del país en materia legislativa se están cimentando bajo la sombra de escaparates menos concurridos.
Así las cosas, pensar que por el receso legislativo las decisiones que atan al Gobierno Nacional con el Congreso de la República están en pausa, es tan errado como asumir que un árbol que cae solo en una isla desierta no hace ruido al precipitarse al suelo solamente porque no hay alguien cercano que lo escuche. Y es que, por el contrario, este periodo de “descanso” entre legislatura y legislatura, es ideal para que desde un extremo y el otro, se hagan los acercamientos necesarios que permitan rectificar el camino para que las iniciativas del programa de gobierno que la ciudadanía demanda y necesita con urgencia concluyan positivamente su trámite en las dos cámaras del Congreso de la República y no haya más dilaciones que entorpezcan la cimentación del piso normativo que requiere el ejecutivo para recalibrar su rumbo.
Por ello, el momento en que llegó el receso legislativo pareció quedar a la medida del Gobierno Nacional, a quien el barco le hacía agua por todos lados en el cierre de la primera legislatura de 2023 y, su tiempo, puede resultar fundamental para que las entidades encargadas de ejecutar sus programas de base tomen las acciones pertinentes que permitan afrontar los retos que supieron encontrarse dentro del Capitolio Nacional durante el primer semestre del año, y se aprovechen los días que faltan de este receso cómplice para retomar trabajos que aseguren que las iniciativas legislativas que se van a radicar, tengan el acompañamiento suficiente para que no naufraguen antes de llegar a puerto y no tengan que navegar ese trayecto a la deriva de los peligros que representa la marejada de la política tradicional colombiana.